Poner límites
Las fronteras, poner límites, saber cuándo decir sí y cuándo decir no. Son algunas de las cuestiones incluidas en el manual de ser padres, madres o cuidadores.
Un manual nada fácil, por cierto.
Desconozco qué te despierta y qué te remueve la palabra límite. Pero a ti, padre o madre, puedo decirte que poner límites a tu hijo adolescente es una tarea sine qua non para el buen funcionamiento familiar.
Una tarea de la que, a corto plazo, no siempre encontramos la respuesta más adecuada o agradable, pero que a largo plazo da muchos frutos.
Diría que poner límites es un arte bastante complejo.
Sin embargo, no desesperamos; este arte se puede aprender, y se puede empezar a aprender en cualquier momento. Es un aprendizaje laborioso que requiere mucha paciencia, atención, presencia y constancia. Valores que —no olvidemos— la actual sociedad, cada vez más acelerada, se empeña en arrebatarnos.
Todos tenemos, sin embargo, la responsabilidad individual de cultivarlos, tanto para el propio bienestar como de las personas que nos rodean.
Los jóvenes nunca lo admitirán, pero los límites son necesarios. Les aportan estructura y seguridad, marcándoles el camino en la difícil tarea –también– de encarar los retos de la vida adolescente.
¿Cómo deben ser los límites?
Para que sean efectivos, deben ser cálidos, claros, firmes y coherentes. Me explico.
Es esencial que sean aplicados con amor y respeto, considerando las necesidades de tu hijo y velando por su seguridad. Abriendo la posibilidad de negociar si realiza peticiones razonables. Escuchándole y atendiéndole, cuidando el vínculo emocional, lo que no quiere decir que tengas que ceder en todo.
Por otra parte, la claridad es fundamental.
El adolescente debe saber con antelación cómo debe actuar y qué pasará si incumple el límite, es decir, qué consecuencia habrá. Estas consecuencias deben ser coherentes; ser proporcionales y tener relación con los hechos.
¡Y lo más importante!
Un buen límite es firme y consistente. Echarte atrás en cuanto a los límites y consecuencias pactadas supone un gran peligro, ya que el chico o chica detectará rápidamente el punto débil al que aferrarse.
En resumen, ponerle límites a tu hijo es hacerte cargo de su bienestar.
No hace falta que sean perfectos sino suficientemente buenos. El cariño y la firmeza son los dos ingredientes que, juntos, te convierten en un buen referente y un buen soporte para tu joven.
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Podéis encontrar este artículo en el semanario @el3evuit en el que colaboramos mensualmente con nuestra columna -Salut mental i joves-